Las competencias laborales se describen como la “Capacidad productiva de un individuo que se define y mide en términos de desempeño en un determinado contexto laboral, y refleja los conocimientos, habilidades, destrezas y actitudes necesarias para la realización de un trabajo efectivo y de calidad”*
El desarrollo educativo, profesional o de oficio del personal en todo centro laboral no debería quedar limitado a cumplir un listado de cursos y sus extenuantes horas aula. Si bien, estas acciones representan una parte de lo mínimo obligatorio legalmente hablando, resultará más eficaz cambiar el enfoque y formar con base en competencias.
Modificar esta perspectiva, consiste en migrar “Planes de Capacitación y Adiestramiento” a “Programas de Formación de Competencias”. Estos últimos incluyendo acciones, eventos, proyectos o dinámicas de enseñanza-aprendizaje para cada uno de los aspectos, debidamente detectados e identificados, que conforman las competencias del colaborador.
El programa se puede integrar con formación que agregue valor al conocimiento teórico, acciones de motivación por el auto-aprendizaje, prácticas o ejercicios, en condiciones controladas y promover la participación en foros, conferencias, webinar, a través de los diversos canales o medios que pueden ser vivenciales y tecnológicos. Adoptar sesiones de transferencia de experiencias internas y externas con compañeros del sector, logrando concientizar en la relevancia e impacto de lo que realizará al aplicar la educación recibida.
Algunos de los beneficios al implementar un enfoque en desarrollo de competencias consisten en permitir optimizar la capacidad productiva, efectiva y de calidad del colaborador, prevenir riesgos de trabajo, conocimiento claro y dominio para la adecuada realización de sus funciones, motivación al trabajo colaborativo y un amplio sentido de pertenencia y lealtad al propósito de la organización.